Esta misiva no es con ánimo de lucro, es para devolverme algunos minutos, para cerrar – y otras veces abrir – la puerta. Con intención inconsciente y consiente te dejé hace tantos kilos – hace tantos años – por debajo de la media. No te quiero, no te deseo, aún no logro abrazarte completamente, pero no puedo hacer otra cosa, que seguir alimentándote. Todos los días despierto para palparte tras el hastío de cada amanecer; voy recorriendo la sabana pálida de mi piel, para saber si no te has salido de lugar, si no hay nuevas cordilleras que muevan a mi espíritu a no desayunar esa mañana.
Sigo mirándote en el espejo, te reconozco – a veces te acepto, a veces solo quiero desviar la mirada – pero ya no te miro, no por mucho tiempo; todavía sigue latiendo la agonía entre mis costillas; quiero quererte, quiero ajustarme y ajustarte a la medida de mi realidad; sigo sin poder comprender que tanto daño te hago negándote los placeres del gusto (somos dos almas divididas en medio de una batalla, haces todo lo que sea por sobrevivir – y lo razono – y yo hago lo que sea por quedarme en la línea divisoria y no estar de nuevo en el bando enemigo, por muy tentador que sea inmortalizarme de una forma que pocos llegarán a entender).
En el largo camino a la aceptación, dejé piezas que los años se encargarán de darle otro poder: la reflexión. A ti, mi cuerpo, con brazos de ramaje extraño, piernas de dimensiones inaceptables, y blancura espesa y liquida, te quiero a la mitad, te extraño a la mitad y te acepto a la mitad; demasiado pronto diría yo para darle un vuelco positivo a mis percepciones.
¿Quién puede vivir con la luz cegadora de una sonrisa las 24 horas o en la penumbra de las asechanzas invisibles por tanto tiempo?
Posdata: Mi cuerpo no ha muerto, ha muerto el sentimiento que lo tenía hambriento, sin embargo su fantasma aún continua paseándose entre mis huesos.
Esta obra de ALMA A. C. CARBAJAL GUZMÁN está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Deja una respuesta