A mi padre.

Compartimos las horas,
compartimos el llanto,
yo apenas descubriendo la existencia,
tú acorazado tras el silencio, como siempre.
Jamás compartimos un ensamblaje verbal perfecto,
pero lo que narrabas con la mirada,
era suficiente,
para contarme lo difícil de los días,
el cansancio del mundo
el aturdimiento de la jornada
y el desgarre de las voces.
El silencio siempre fue nuestra lengua,
podíamos reír juntos
cantar juntos,
escuchar al pensamiento con tregua claridad.
Gracias al silencio
\ tu silencio
aprendí a despertar
con asombro,
a todo lo que yace en mi interior.
Gracias a ti puedo ser – sin rotas confusiones – yo.
Esta obra de ALMA A. C. CARBAJAL GUZMÁN está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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