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Alma Carbajal – Writer

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Deseos ahogados

 

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Photo by Brooke Shaden

 

 

 

Una palabra, dos, tres

pierdo aire,

un latido, dos, tres

pierdo corazón,

una lagrima, dos, tres

pierdo deseo.

 

 

 

Devoro a besos todos aquellos deseos,

ahogados.

Entre labios aún quedan estelas

de añoranza

tardía,

espejismos

que se pierden en mi pecho.

 

 

Como no ser melancolía pura,

si vivo,

y me han alimentado de ahogados deseos,

ahora mi alma no puede ser otra.

¿Acaso puede serlo?

 

 

Al final de cada beso,

lanzo una dulce y húmeda maldición

… el amor

te encontrará en el océano de otros ojos,

en el rumor de otra tormenta,

en el final de una agonía,

en la esperanza de una última palabra.

 

 

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DÍA 333

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Cerraste el ataúd de una aflicción desesperada,

cercenaste la alegría

y no importo manchar aún mas tu conciencia.

Hace un año, tras la campanada fúnebre,

todos los recuerdos a tu lado,

dejaron una herida

de tono ceniza.

Mi dolor no era tu dolor,

tu amor,

no era más que la agonía de un sentimiento,

siempre a expectativa

siempre muriendo.

Hoy hace un desdibujado día 333,

y tu voz,

tu alma,

tu alegoría sucia de la vida

junto con todo recuerdo,

van perdiendo tonalidad en mi memoria.

Hoy tras 333 pensamientos,

ya no te recuerdo.

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DESCONEXIONES

ALMA A.C. CARBAJAL GUZMÁN

 

 

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INMORTAL

 

No muero, busco sombras, sin embargo no muero

el fantasma de un corazón palpita invisible,

una canción anónima

me habla de recuerdos y miradas.

 

Bebo emociones, más sigo con sed

me alimento de sonrisas, pero mis labios continúan famélicos,

respiro la rutina de los días,

sin saber que cada hora,

el hastío rasga sobre mi alma

esa arruga oscura y profunda

que ni el olvido alcanza a disipar.

 

Vuelvo con los ojos ahogados de otros ojos,

vuelvo a casa, con los pies llagados del camino desconocido,

vuelvo a mirarme en los actos del pasado,

inmortal

reflejo de un espíritu ciego,

que dejó el amor,

recuerdo constante de hazañas inconclusas

de guerras ascendidas, a planos desconocidos,

para los errantes del corazón.

 

 


 

 

 

AYER

 

 

Las carpas del ayer se levantaron sin rumbo,

buscaban aplausos de papel,

recordando precisas

funciones fallidas.

 

Tras el éxito del sentimiento

ningún salto se complicaba,

abrazos que fluían con gran maestría,

corazón,

sonrisas acróbatas y  ánimo de multitudes.

 

Ella quedó en la cuerda floja,

¿Había caído?

como saberlo, si cuando se levantó, ya no era más su cuerpo

su mente no era más su mente,

había mudado a una ciudad fría donde se respira desolación,

donde la bruma invisible del recuerdo, empaña los ojos una y otra vez.

 

 

En el desolado campo de su piel,

el último acto,

función de silencios,

la repetición no busca abandonar la silla,

horas muertas parpadean en su cabeza.

 

 

 

Hay esperanza, ayer no.

Ayer fuimos una sola,

que buscó el presente tras el reflector de una palabra,

dos horas, tres minutos, un segundo

que caiga el telón.

El mañana es presente, el  ayer, ayer, ayer es hoy.

Soy yo.

 

 


 

 

NADA

 

Nada, no hay nada

 

 

La nada se incrustó una tarde,

llana como la lumbre

buscó devorar los afiches de mi memoria.

 

Nada, no hay nada.

 

La nada bebió todo,

los recuerdos en un solo trago

las aflicciones a sorbos

y la templanza la dejó añejar

para degustarla en abreviaturas y suplicas.

 

Nada, no hay palabras.

 

 

 

La nada creo nuevos laberintos en mi cabeza,

cosió la boca de mi alma

y cerró mis ojos,

ahora busco alguien que interprete mi silencio,

anónimo,

alguien del pasado

y mañana, mañana

seré vidente de la nada.

 

Nada, nada, nada

¿Nada? ¡Si!

Al final,

Nada… nada… ¿algo?

 

 


 

 

 

PLEGARIA OBLIGADA

 

 

 

La sanguinaria rutina ha herido mis risas,

ha herido mis pies,

matado mi asombro

ha mutilado mi memoria

y con su mano sombría,

todos aquellos lugares que alguna vez concebí.

 

 

 

Convertido en fervoroso adepto del horario,

el comentario traspasa mis sentidos una y otra vez,

lenguas de sable

hacen pedazos mi humanidad,

una sola religión queda al final

el trabajo.

 

 

 

 


 

 

 

 

TRES VECES

 

Tres veces toqué

para despertar

al rompecabezas de mi oscuridad.

 

 

Tres veces toqué

tres veces morí

tres veces el desconocido volvió a mí,

con la razón impura,

con el ocaso de su alma desfigurada

lo regresé al olvido,

a la tumba inquieta del hastío,

sólo tres susurros

nunca más volvió a morir.

 

Tres veces sobre las tinieblas,

tres veces busqué

heridas tardías

que sobre la piel ardían,

desoladas todavía.

 

Bajo la luz tres parpadeos:

la hora del arrepentimiento.

Tres gritos enmudecidos

derramados sobre la alfombra,

alumbran pedazos de realidad.

 

 

Entregué las condolencias de mi piel

y sin sentido vagué,

con el rompecabezas maldito de mi fe.

 

 

CRECIENTE

 

Ahora sólo comparto las cenizas en la piel,

briznas de aliento cerrado.

 

 

Enamorada

de unos ojos al acecho,

de un anónimo deseo que desaparece

con el primer respiro del atardecer.

 

Entrego la poesía,

dejo que se escurra entre mis dedos,

en los labios, mientras besan pasión

en otros labios.

Entrego a otros ojos el fantasma,

la sombra pálida de un verso agonizante,

casi extinto

por instantes inquieto, casi ausente.

 

El tiritar de la noche

enuncia la despedida.

Estrellas y un seis sobre la puerta,

procrean un recuerdo fugaz.

 

Profecía muda

que vuela tras un último beso,

busca ceñirse a la marea oscura de tu cabello,

en el horizonte de tus ojos

otra vez, otra vez

casi…

al cerrar la puerta

 

 

 

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CERRADURA

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

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Cerradura,

ojo turbio
parte pequeña de la verdad,
que limita con el miedo,
la aserción de un secreto.

 

Las dos caras de la moneda
quedan a merced de la imaginación.

 

Nunca supe a donde mirar.
Observé el mar de otros,
y solo vi tempestades.

Miré el corazón del cielo,
y me di cuenta que estaba ciego.
Busqué la sonrisa de la luna,
y vi sus labios planos, de naturaleza melancólica.

Miré de cerca el rostro de la oscuridad,
y solo vi un par de ojos cerrados.
Observé la luz detenidamente,
solo vi la nada en su forma más perfecta.

Miré y miré,
por largo tiempo,
hasta que las miradas de todas las demás cosas
se las tragó el firmamento.

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Verde,Verde, Navidad

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

 

 

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La Navidad no es de los capitalistas,  o de los que revientan en alcohol y sonrisas tardías en el Monte de Piedad. Es de los desvalidos de sentimiento, de quienes retocan en lágrimas recuerdos rotos. Las esperanzas van hilándose con crueldad,  traumáticamente, en el reflejo tardío de una esfera de cristal, reproduciéndose en un #dejavu, que llega en una fecha inexacta, donde nadie sale invicto y con una corona de soles en la sienes. Somos todos y somos aquellos,  que buscan una sola razón para no oscilar la marcha fúnebre del péndulo entre suelo y el cuello.

 

Diciembre es el mes de las penas resucitadas,  anhelos incrustados en vidrieras que solo indigestan al alma y al espíritu. El significado se ha volcado en la gula incesante de los sentidos, el corazón no busca consuelo o reflexión, sino que late aceleradamente al ritmo de los clicks, los pitidos de la compra al pasar  el código, un código de compra y venta,  que incita, remueve las manías para exorbitar los ojos, el hambre insaciable del materialismo que no busca saciarse hasta que de la última campanada.

 

Este mes es de los olvidados, de la inquebrantable ausencia, de las continuas incertidumbres  que crecen en los lares de nuestra conciencia; de los suicidas que se arrepienten –   tiritando en el intento fallido por quitarse la angustia de la nuca – y de los que logran satisfacerla, exhalando la última de las plegarias, como escape desesperado en este hórrido mundo.

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Extraño and beautiful insomne

 

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

 

 

Página de un Diario encontrado en las inmediaciones de Seaside, Waterford – Connecticut. 

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01- 1996

 

Ayer tuve una de las peores – si no es que fue la más enorme de todas – crisis de mi vida. La luna no quiso cobijarme con la manta plateada del descanso, prefirió acuchillarme los nervios de la cabeza; los sonidos se hicieron metálicos, cercanos, fieros y rutilantes, los silencios por primera vez me hablaron de una queja desconocida, franca, pero al fin y al cabo era un martirio, quizá por eso los silencios van cosidos de la boca, son el infierno para quienes los escuchan por primera vez.

 

La presión de mi cabeza aumentaba en cuanto tocaba la almohada, su afelpamiento no daba confortabilidad, era un instrumento de tortura que machacaba mis sienes, con esas agujas invisibles; la cama era mi dama de hierro, las cobijas eran las cadenas que sujetaban todos los sentidos y sensaciones de mi cuerpo.

 

Estuve atrapada,  quizá cerca de cinco horas. En algún momento en que la madrugada bostezo de aburrimiento, dejo mi cuerpo en un parábola extraña de sueño, pues mi mente seguía despierta y perceptible; ahí quede hecha un guiñapo tras los primeros rasguños de sol sobre la cortina.

 

El insomnio se carcajeo de mi sobre el espejo y ese pequeño embrujo de risa, junto con la luz me transformaron en un zombie, que no quiere sesos – porque realmente lo que no quiero es seguir pensando – que desea dormir, ya sea en brazos de Morfeo o en brazos de la muerte. Sueño similar, el sitio de descanso, uno es para volver y el otro para iniciar un camino a ese lugar que nadie puede nombrar;  una vez que ingresas tu ultimo aliento, es el pase de entrada, para nunca salir.

 

 

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#She…

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

 

 

original

 

Ella extrañaba las charlas de café, la crítica excesiva y violenta de una buena o mala película, los abrazos espontáneos, los besos enfrascados en mil horas. Poco a poco las lágrimas fueron deslavando todo lo que al inicio fue algarabía y sorpresa. Las horas le fueron pesando en el cuerpo y ya no quiso ver a través de los reflejos del amor su nombre escrito con aliento y aire.

 

Rebusco entre todas las paginas húmedas de cada pesadilla y cuando quería restaurar el amanecer en la sonrisa de él, la mirada acusante, la molestia de una queja de tinta indeleble,  ofusco de una forma asfixiante todos los ademanes tiernos aún no nacidos, su mirada enamorada se tornó sombría, ella era toda confusión, la claridad del porqué, jamás salió a la luz se volvió al frágil ayuno de una tumba.

Ella tenía miedo dormir, porque sabía que por más que durmiera, nunca despertaría de la agonía soporífera que le escurría en las mejillas cada noche al acostarse. ¿Nada cambiaría?

 

Al final, le escribió en el chat:

  • Me duele pensar en ti cuando pienso románticamente. Ya no quiero ponerte en un lugar donde no quieres estar (mi corazón) Ya no quiero pensar en ti cuando miro un vestido de novia, o veo a una pareja de la mano por la calle poniendo besos tiernos en la frente del otro. Porque estoy cansada de dormirme todos los días con un nudo de dudas en la garganta, con un nudo de cosas que tenía que haberte contado en una de nuestras charlas de café. Nunca entendiste que el tiempo no es como el dinero, alcanza para todo, en especial cuando alguien necesita ser escuchado. Ya no quiero que estés ahí (mi alma).

 

Ella en un efecto mecánico  pulsó el botón, envió el mensaje; luego,  el viento le decoloro el llanto y no dudo de abrazar su tristeza hasta hacerla entrar en sus entrañas,  para no volver a tener esa sensación que considero absurda;  amor. Puso el pie derecho en el vacío y el izquierdo al otro lado del velo.

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Parafraseando el arte

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

 

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Todos nos damos cuenta de que necesario es el arte, en cada una de las etapas de nuestra vida. La pintura y el primer contacto que se plantea con esta rama del arte, en nuestros primeros años de vida son esenciales.  El crear tomando de la mano  lo tangible,  lo que se ve, siente y a veces se respira. En los años de la infancia tomamos la esencia de crear, como un juego donde podemos descomponer y componer a gusto – sin embargo, no nos damos cuenta que con los años, vamos perdiendo ese instinto de creación – destrucción, porque nos enseñan a ser lo más preciso posible, en nuestras acciones, expresiones, trabajos y no importa como sea el proceso, en tanto que carezca de errores; la persona entra en una cadena, en la que no tendrá fallos, el único fallo podría ser,  el ser creativo – es importante no dejar de lado, aquellos instintos creativos que crecieron con nosotros a lo largo de la vida. Según vamos formándonos, hay asignaturas que nos llaman la atención, ya sea porque están ligadas más formalmente a la ciencia o las artes; muchas personas ven un respiro al enfocarse a las bellas artes, donde el alma puede expresarse en completa libertad, lejos de razonamientos un tanto pesados, para que la libre creación trascienda la generación de otro creador.

 

“El hombre no puede crear sin destruir simultáneamente” esta frase  de Alvar Aalto – arquitecto y diseñador finlandes – nos ayuda a comprender, que cuando creamos y hacemos arte, una parte dormida de nuestro ser va quedándose en el proceso, algo muere para que algo tome vida de nuestra propia esencia, ya sea en la literatura, pintura, escultura o en el teatro mismo, algo de nuestro yo se descompone para darle un hálito de vida a lo creado. Conforme vamos creciendo adquirimos un cierto proceso personal al momento de crear, que puede sufrir transformaciones a lo largo de la existencia, las circunstancias,  o de lo que nos sorprenda en lo que al mundo se refiere. El arte suele capturar momentos, hechos, antagonismos en la historia del mundo, para crecer con ellos, para pasar página y poder ver que hasta lo malo que sucede, puede producir una creación de magnitudes estéticas sorprendentes. Esta virtud de crear algo bello a través de algo burdo o desastroso, es recomponerse desde lo más profundo del alma, con nuestra parte humana, una que no vemos muchas de las veces, ya que la mayor parte del tiempo solemos llevar una armadura; el arte nos libera, para no olvidar que al crear compartimos con otros la parte más humana de nosotros mismos.

 

 

 

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Remember Rain

Por: Alma A. C. Carbajal Guzmán

 

 

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El rugido de la próxima tormenta trajo al carrusel de mis recuerdos,  un beso en rojo, luego, con crueldad,  se extinguió en verdes segundos. La nube comienza a sollozar lento; no arrecia demasiado en su angustia, quieta, espera que mi corazón vaya alimentando el recuerdo conforme avanza un tropel plomizo, en tanto,  éste deja una estela húmeda de palpitaciones sobre mi pecho.

 

Llegamos a lo alto de la nube, de una cumbre, de una mirada. Tan cerca y con el cielo lanzando suspiros húmedos, los labios censuraron el tiempo, cerrando la lejanía de ambos cuerpos. El frió fue derrotado por la llama de un abrazo y del aliento,  que violentamente predecía que el pudor caería de rodillas, entre las tiernas comisuras, bajo la tortura de una lengua.

 

Esa tarde vistió de luto,  y con queja incierta de vientos rebeldes; abrió para dos amantes un sol de papel, desplegado en una sonrisa, en el acercamiento de una piel paralela,  a un amor de siglos perdido.

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