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«Las personas temen ofender o lastimar a los otros,

no porque sean amables, sino porque no les preocupa la verdad».

Susan Sontag.

Todo inicia y todo termina con un “No”. La posibilidad está en nuestros labios; la asechanza se vuelve más persistente cuando buscamos amplificar el significado.

Ahora estoy despierta, agitada por el insomnio en las mismas horas en las que se encontraba ese “aquel” que robo mi tranquilidad; ahí, en las horas medianas de la madrugada, medito, juego un poco para entrar en su piel:

(A raíz de que no he podido alcanzarla) solo puedo imaginarla recostada en la oscuridad. Al estar circundado por la madrugada, ella no puede escucharme entrar; su respiración es dulce, tenue, casi imperceptible. Sin embargo, en el vano ocultamiento de las horas, mi condición y los años de terquedad absoluta, han ralentizado las circunstancias para que pueda convertirme en alguien querido; todos los acontecimientos se vuelcan a la definición más cercana de un necio crónico, un perdedor indispuesto a aceptar sus limitaciones.

Es imposible que el tiempo pueda lograr un efecto de mayor sensatez en mi persona; por eso, ahí en la nocturnidad, puedo darme la “libertad” de violar su reposo; la observo moverse en la almohada – por instantes (mi enfermedad) mi obsesión avanza, casi indetenible – tomo mi celular y doy unos cuantos clics, algunos espacios. Yo… ¿Poeta? He faltado a las reglas de la virtud (he podido leer filosofía, pero no he sido capaz de enfrentar la luminosidad que conlleva) prefiero seguir emperifollado de mis instintos confusos, pero tan básicos, que cualquier forma de sentimiento se vuelve absurda – luego de unas horas el chat está ridículamente lleno de mensajes, donde no hay justificación sobre mi actuar, donde aquellas imperdonables palabras no tienen absolución. No importa, soy un adicto a la fiebre que provoca la peligrosidad de crecer sin aprender (a pesar de tener 61 años) dejo que afloren todas y cada una de mis emociones, mis sentimientos impotentes que más que poéticos son un disparate, estos no tienen dueña, ni destinataria fiel – debo ser puntual, he fracasado, quizá por esa razón dedico tanto de mi tiempo a acosarla detrás de la pantalla; el reto se vuelve más desafiante. Pasan algunas horas y la lucecilla de un sol rancio (como mi razonamiento) se cuela por una abertura que poco alcanza a iluminar, menos a imprimir una huella de calidez sobre mi rostro. Las ocho de la mañana, recibo una carga de mensajes suplicante, que a modo de advertencia apelan a mi buen juicio – no me importa, y la acorralo con la posición recta que como medalla maltrecha me impone la edad; ella busca desesperada llegar a una solución conmigo; tonta, que acaso no sabe que tras la piel de la amistad siempre he sido depredador; mi terquedad la enfurece. No quiero darme cuenta de que jamás seré algo más. Sus palabras son certeras no hay duda en ellas; aunque tenga a alguien a su lado, no interesa, mientras pueda subyugarla con mi “amor” estéril., la negativa continúa y arraiga en mí una fuente inagotable de placer, porque al final ella esta tan sola que su único amigo soy yo. Esta es mi oportunidad porque nadie le creerá. ¿Quién podría creerle?

En el nuevo amanecer, en mi amanecer, hoy volveré a decirte NO.

No hay acto más libertario que sostener el NO; aun cuando nadie pueda comprender la violencia que se gesta detrás de un rostro amable. El NO clarifica, deja abatida a la sombra empobrecida de “aquel”.

En estas horas próximas al amanecer recuerdo que tan profunda es la agonía que debemos traspasar para retomar nuestra paz individual; justo ahí cuando cae el telón y creemos que la obra ha terminado, la realidad es que la piedad sólo podemos demostrárnosla a nosotros mismos. La designación violenta que se le imprime a las palabras no debe tomarse a la ligera – no todas las palabras se las lleva el viento, casualmente podrían convertirse en el fenómeno meteorológico del siglo, ya sea por su poder devastador, ya sea por dejar sitios del alma irreparables –al final, el NO es la verdad escrita en negativo, no está abierta a interpretaciones, se asienta y se afirma, inmutable; no intenta buscar la sumisión del SÍ puesto que trabaja a favor de un ideal nuevo… terminar con la violencia de género.

Con las palabras nos envestimos, reverenciamos falsos ídolos (y emociones). En tanto, la palabra NO seguirá aferrándose contra viento y tormenta, contra la tortura a su significado.

Esta obra de ALMA A. C. CARBAJAL GUZMÁN está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Este trabajo tiene licencia CC BY-NC-ND 4.0.